Desde el mismo momento en que se desató la pandemia del
Covid-19 el mundo entero ingresó en un escenario de desconcierto generalizado,
pues por primera vez en muchas décadas se enfrenta a una crisis cuyo origen es
eminentemente sanitario.
Esta es la gran diferencia respecto a las anteriores,
como la del 30 o la de 2009 cuyos orígenes fueron inicialmente exclusivamente financieros.
En este contexto, lo que sí surgió como un común
denominador por parte de un buen número de gobiernos, el establecimiento de
diferentes formas de aislamiento social y la provisión en mayor o menor grado
de asistencia financiera a empresas y personas, con la intención de tratar de sostener
de alguna manera un mínimo nivel de actividad económica.
Todo ello en un contexto en el que prácticamente todos
los indicadores económicos se derrumbaron, al tiempo que se dispararon los
niveles de desempleo.
Si bien esta es la foto de la situación actual, si
alguien tratara de imaginar como sigue la película, esta podría llegar a
catalogarse en el mejor de los casos como una de suspenso y en el peor de los
casos de terror.
El porqué de esta afirmación se basa en que existen pocos
antecedentes sobre crisis de estas características.
Para peor, esta es de carácter cíclico y no sistémico, su
capacidad de destrucción es mucho más abrupta, castigando tanto a la oferta
como a la demanda.
Tanto es así que algunos analistas consideran que no ha
existido una experiencia colectiva global tan traumática como la actual desde
la II Guerra Mundial (1939-1945)
En este escenario, es previsible que la actual caída del
nivel de actividad llevará a la quiebra de muchas empresas, dejando sin empleo
a millones de personas en todo el mundo, con el consiguiente impacto sobre las
economías familiares y sus patrimonios.
Este previsible default del sector privado podría
provocar una nueva crisis en el sector inmobiliario debido a la ejecución de
las hipotecas por falta de pago y una caída en los fundamentos del los bancos
en lo que hace a la calidad de sus activos y rentabilidad. Es en este punto
cuando el problema podría dejar de ser solo sanitario, para pasar a ser
financiero.
Es por ello que su rol podría ir cambiando con el
transcurso de los meses, pues si bien hasta ahora actuaron como canales de
distribución de los fondos de ayuda, de agravarse esta situación podrían ser
ellos mismos los demandantes de ayuda gubernamental.
De esta manera se repetiría el
problema de la crisis de 2008 en la que pese a la enorme cantidad de dinero que
se emitió, este no circuló por la desconfianza reinante. Ahora el problema es
que no sabemos cuándo parará la pandemia. Y es aquí donde la película es de
suspenso.
En este contexto, la gran pregunta que
tienen los economistas sobre la mesa es la forma que tomará la recuperación:
¿Tendrá una ‘V’ o una ‘U’? o adoptará la forma mas temida y será una ‘L’?.
Entonces si, la película sería de terror, pues de ser así la recesión podría
ser prolongada.
Con algunos matices y bastante
incertidumbre, la recuperación en ‘V’ podría ser el escenario más probable para
la mayoría de los países, bajo el supuesto fuerte de que las políticas
económicas son acertadas. .
Según los analistas, la actividad
económica podría comenzar a recuperarse si todo va bien a partir del tercer trimestre
de 2020. Pero todo dependerá, una vez más, de la evolución de la pandemia y del
tiempo que el mundo se acomode a la “nueva normalidad”.
Pero cuidado, ya que un rebrote de la
pandemia podría dar lugar a una recuperación en forma de ‘W’, aunque con un
retroceso del PIB menor en la segunda caída.
Otro punto que está claro es que la
recuperación no será igual para todos los sectores y empresas. En unos será más
lenta que en otros, y posiblemente no todos vuelvan al nivel de actividad
inicial, como consecuencia de los cambios en los patrones de consumo, en la
organización de la producción y la logística.
Y aquí también jugará un rol
preponderante el sistema financiero y la actitud que adopte frente a los nuevos
desafíos. En tal sentido, una vez más se debe analizar cual es la situación en
términos de liquidez, solvencia y rentabilidad.
Hoy lo que sobra es liquidez, pero en
caso de que comience a disminuir, nuevamente será clave la asistencia
gubernamental para mantener en funcionamiento la economía y ello dependerá de
hasta cuanto pueden seguir emitiendo y de las garantías que puedan otorgar.
En lo que hace a la solvencia, si bien
hoy no está amenazada, será clave seguir de cerca la duración de la pandemia y
la forma en que esta impacte sobre las empresas y las familias, ya que a su vez
impactará en los activos de los bancos, debido a lo que se supone será un
aumento descontrolado de la mora.
A manera de ejemplo, el banco Morgan Stanley estima que la tasa de morosidad se multiplicará por dos y
el nivel de impagos podría crecer en forma exponencial.
De ser así, obligaría a los bancos a
cubrir sus pérdidas con grandes dosis de dinero, por lo que la rentabilidad,
que ya venía en baja en el primer trimestre, se vería seriamente afectada.
La cuestión es si tendrán suficiente
capital, es decir solvencia para absorber el deterioro si -como sucedió en la
crisis financiera- las provisiones y las consiguientes pérdidas son mucho
mayores de las que esperan. Ahí existen muchas dudas.
Entonces sí, el problema pasaría a ser
financiero y los afectados seríamos todos. Gracias.
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