sábado, 30 de mayo de 2020

Dime que "yield exit" eliges y te diré cuanto vales





Cada tanto y de acuerdo a las circunstancias, se ponen de moda determinadas expresiones, por lo general en inglés, de uso común para los especialistas per que para el ciudadano de a pie son muy difíciles de explicar.

En la actualidad, y de la mano de las negociaciones entre el Gobierno y los principales acreedores del exterior la que surgió con fuerza es la expresión yield exit.

Según los manuales de finanzas este término es “Es el rendimiento que se le pide a un nuevo bono que surge tras una reestructuración”.

Dicho en castellano la definición es tan críptica como en inglés. A lo sumo, quien la escucha o lee tiene que agradecer que está dicha en nuestra lengua materna. Es un paso…

Pero vayamos por partes.

En primer lugar en toda negociación que incluye la reestructuración de una deuda lo que se intenta es reducir el monto que se debe pagar al acreedor, así como la tasa de interés original, alargar los plazos o conseguir un determinado período de gracia.

Una vez planteado el tema, con las consabidas idas y vueltas entre las partes, el punto a acordar será el precio del bono que surja del canje. Y es aquí donde entra a jugar la yield exit.

Cada inversor estima, en un momento dado, qué rendimiento es lógico pedirle a un bono a ese emisor, teniendo en cuenta esos plazos, tasas, etc.

En este juego está claro que cuanto más riesgoso se juzga el instrumento, pero sobre todo el futuro económico de la Argentina, más rendimiento le exigirá.

Cabe consignar que al inicio de las conversaciones las tasas que proponían las partes diferían sustancialmente, pero como sucede en toda negociación, con el tiempo se fueron acercando y hoy estaría en el orden del 10%.

Como para muestra vale un botón, para medir el riesgo implícito en todo esto, los bonos de algunos “vecinos del barrio” tienen tasas de interés que en promedio rondan el 3%.

A partir de esta coincidencia, la discusión vuelve al punto inicial, es decir cual será el precio de salida, pero bajo otras premisas, que pasan por la revisión del resto de las variables.

Entonces, una vez acordada la yield exit, lo que queda por resolver son el período de gracia de los intereses, si estos se capitalizan o no, los plazos de los diferentes bonos, la forma de pago o devolución del capital, etc.

Y es en ese punto donde afloran las diferencias, pues por un lado el Gobierno ofrece un precio que puede rondar los 48 dólares, frente a los 55 que exigen los acreedores.

Aquí el juego ya es más complicado y lo que empieza a jugar son las diferentes combinaciones de tasas y plazos. 

¿Por qué? Muy sencillo, porque el tiempo juega un rol central en la discusión. No son lo mismo u$s100 de hoy que esos mismos u$s100 pagaderos dentro de 10, 20 o 30 años.


Entonces, para llegar al precio actual lo que hacen los economistas es calcular lo que se denomina el “Valor Actual Neto” o “Valor Presente Neto”, que no es otra cosa que reexpresar cada uno de los vencimientos futuros a precios de hoy, tomando precisamente como dato la “yield exit”.

Es obvio que si existe acuerdo en cuanto a esta tasa y aún surgen diferencias en lo que se refiere al precio inicial de los nuevos bonos, lo que está en discusión es precisamente la estructura de cada una de las nuevas series.

Y este es el gran desafío que están enfrentando por estas horas, en las que la inflexibilidad es la peor consejera y en la que una vez más debería primar el principio de Pareto, según el cual en muchas ocasiones es aconsejable ceder un 20% para ganar el 80% restante.


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