Los efectos de la cuarentena por la pandemia de coronavirus
sobre la economía en su conjunto serán sin dudas muy negativos, pues el freno
prolongado de muchas actividades puso a un gran número de empresas al borde de
la quiebra, con el consiguiente costo social.
No por nada el Banco Mundial destacó en un reciente informe que
lo primordial para los gobiernos es apuntalar a las empresas, ya que sin
empresas no hay empleo.
En este contexto, los pronósticos tanto de consultoras
privadas como de organismos internacionales apuntan a una caída del PBI para
este año que tendría un piso del 5 por ciento. Esta caída impactará de lleno en
el nivel de desempleo, que se estima rozará el 11%, en tanto que la pobreza
treparía hasta el 35% como mínimo y la inflación rondaría el 40 por ciento.
Más allá de que estos datos se comprueben en la práctica,
suele escucharse que esta crisis será una de las más graves desde la gran
recesión de los años 30 y que superará ampliamente lo sucedido en 2001.
Sin embargo, la simple comparación de los principales
indicadores vigentes a la salida de la convertibilidad y los actuales,
indicarían que, sin subestimar la gravedad de lo que sucede hoy y sus
inevitables consecuencias, aún se está
lejos de repetir un derrumbe de igual magnitud que el registrado en aquel
momento.
Si bien el análisis de las variables se realizará en las
próximas notas, en primera instancia se pueden mencionar algunas diferencias
sobre la forma de enfrentar la crisis, entre uno y otro período:
El contexto político es absolutamente diferente, pues a
fines de 2001 renunció el presidente De la Rúa en medio de una aguda crisis y
se ingresó en un período de marcada inestabilidad en el que se sucedieron
varios presidentes en cuestión de días, hasta la asunción de Eduardo Duhalde.
En la actualidad las condiciones políticas son sustancialmente diferentes, más
allá de que prácticamente sólo funciona el Poder Ejecutivo, con alto grado de
aprobación por parte de la población en general.
En noviembre de 2001 entró en vigencia el corralito de los
depósitos bancarios, que tuvo efectos devastadores sobre el nivel de actividad,
pues destruyó la cadena de pagos y virtualmente hizo desaparecer el crédito. Hoy
el Gobierno opera en sentido inverso, aportando dinero bajo diversas formas, siendo
sus principales destinatarios amplios sectores de asalariados, trabajadores informales, etc.
Otro aspecto que tuvo efectos muy negativos por aquel
entonces fue el elevado endeudamiento de las familias, que en buena parte era
en dólares y aplicado a hipotecas. Actualmente, la incobrabilidad bancaria es
muy baja y en pesos y el Gobierno implementó líneas de crédito destinadas tanto
a empresas como familias a tasas muy bajas.
Apenas unas semanas más tarde de implementado el corralito,
ya a principios de 2002 se decidió salir de la convertibilidad, por lo que en
pocas ruedas el dólar pasó de valer un peso a rozar los 4 pesos, con el
consiguiente aumento generalizado de los precios.
Otra medida tomada a principios de ese año fue la
controvertida declaración del default, que recibida con tono festivo en el
Congreso. Hoy se está empezando un nuevo
proceso de renegociación de la deuda, aunque con final abierto.
Desde el punto de vista de la asistencia social, en 2002
prácticamente no existían los planes ni los mecanismos de ayuda que se implementaron
en las últimas semanas, apuntalando todo lo referido a la contención destinada
a sectores de menores recursos.
Una vez hechas estas comparaciones, en la próxima nota se
analizarán los datos clave de ambos períodos.
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