miércoles, 10 de junio de 2009

Con paciencia china, el yuan quiere convertirse en la principal moneda del mundo

Desde que en 2005 el gobierno de China decidiera iniciar una política cambiaria de lentos cambios en el valor de su moneda, los países industrializados ven con preocupación su avance en el comercio y las finanzas mundiales, que podría llevar incluso al desplazamiento de la divisa estadounidense

El futuro comenzó a escribirse el 21 de julio de 2005. Ese día las autoridades chinas dieron un paso en apariencia pequeño, pero que en el fondo supuso el inicio de un proceso irreversible.

Un movimiento milimétrico, tanto por su magnitud como por la precisión quirúrgica con la que se emprendió, que dio lugar al inicio de un combate futuro, cuyo desenlace amenaza con alterar el orden cambiario de este siglo.

En el combate se pone en juego nada menos que el privilegio de poseer la divisa más fuerte del mundo. El reinado del dólar estadounidense será puesto a prueba, pero no por el euro, como cabía esperar, sino por la irrupción de una nueva dinastía: la de la moneda china, el yuan o renminbi.

En aquella jornada de julio, Pekín comenzó a levar las anclas que habían mantenido prácticamente inmóvil a la divisa del gigante asiático desde 1994. Durante esos 11 años, la moneda contó con un margen de variación ínfimo contra la estadounidense, a la que estaba vinculada.

Hasta entonces, el yuan oscilaba alrededor de las 8,30 unidades por dólar. El país estaba preparando el salto a la primera división de la economía mundial, y para ello apostó con fuerza a evitar su apreciación. Sería más fácil exportar, y por tanto crecer, con una divisa barata.

Pero ese día le permitieron subir un 2,1%, hasta las 8,11 unidades, y accedieron a que desde entonces emprendiera un camino que técnicamente se conoce como flotación sucia.

Es decir, en adelante iban a permitir que el yuan se revaluara de forma limitada y dirigida. Además, el norte de la brújula de la moneda asiática ya no sería únicamente el billete verde, sino que su valor iba a estar referenciado a una cesta de monedas. El viaje había comenzado.

Con el paso del tiempo se ha confirmado la calma pretendida por China. Desde entonces, la divisa se ha revalorizado un 17,4% contra el dólar, un ritmo que en Occidente se considera demasiado lento.

En Estados Unidos y Europa se sigue considerando que las autoridades chinas mantienen artificialmente bajo el valor de su divisa. Es decir, que la manejan para prolongar la ventaja competitiva que eso supone para sus productos.

Como en 2009, año en el que han vuelto a frenar su apreciación como medio para mitigar los efectos de la crisis. De hecho, se mantiene cerca de los 6,827 yuanes por dólar, los mismos con los que acabó 2008.

La ceremonia alcista de la moneda asiática enoja, sobre todo, a la diplomacia norteamericana, pero ni siquiera Estados Unidos se atreve a aplicar sanciones comerciales contra el gigante asiático por su política cambiaria.

China se ha encargado de cubrir ese flanco, ya que ha tejido una telaraña financiera en torno al dólar, dividida en dos pasos:

A través de la acumulación de reservas en divisas extranjeras de dimensiones históricas, que en la actualidad ascienden a 1,95 billones de dólares, y es la mayor del mundo de largo. Le sigue Japón, con unas reservas de 1,01 billones de dólares.

Buena parte de esos ahorros se destinó a la compra de deuda pública estadounidense, de tal modo que China es ahora el país del mundo que más bonos norteamericanos tiene en su poder.

En concreto, su cartera asciende a 740.000 millones de dólares, por encima nuevamente de Japón, con 635.000 millones. Esa cantidad equivale al 5,3% de la deuda pública estadounidense en estos momentos, un porcentaje que desaconseja la apertura de hostilidades por parte de EE.UU.

Ante esta situación, el secretario del Tesoro de EE.UU. Timothy Geithner acusó a China, en la propia Beijin, de intervenir indebidamente en el mercado de divisas para mantener el renminbi subvaluado, por lo que repitió la vieja canción de las administraciones Bush y Clinton sobre su política cambiaria y sus efectos.

En efecto, le ha otorgado a ese país una ventaja en los mercados mundiales, abaratando aún más sus exportaciones, que le permitieron obtener esos abultados excedentes en su cuenta corriente.

En otros términos, acusó a China de manipulación cambiaria. En Washington eso tiene implicaciones legales, pero en Beijin esa acusación es considerada especialmente ofensiva, sobre todo si se considera el desastre en la gestión económica que hoy afecta a Estados Unidos.

En este contexto de mutua dependencia, el viaje de Geithner tuvo dos propósitos:
Insistir en que Pekín cambie su política cambiaria y permita la apreciación del renminbi.
Washington desea recibir garantías de que China seguirá comprando los bonos del Tesoro. Las contradicciones entre estos dos objetivos saltan a la vista.

¿Cómo van a resolverse estas contradicciones?
Por el momento, no está claro hacia qué espacio económico podría dirigirse la nave china. Las otras monedas que podrían cumplir un rol adecuado de reserva en este momento son el euro, la libra esterlina y el yen japonés. Todas tienen sus propios problemas, algunos comparables con los del dólar"

¿Qué pasaría si China vendiera todos sus bonos de golpe?", se preguntaba ya a comienzos de 2006 el senador republicano Richard Shelby, en alusión al creciente riesgo que, desde su punto de vista, suponía que el gigante asiático fuera adquiriendo cada vez más deuda norteamericana.

Desde entonces, China ha triplicado los bonos que tiene en su poder. Es que si Beijin decidiera frenar sus inversiones y reducir su exposición a la deuda estadounidense podría llevar a una corrida financiera global, con efectos nefastos sobre el dólar y desde luego para el comercio exterior chino.

La sola insinuación de una situación de este calibre provoca escalofríos en los mercados y ello lo sabe el propio Gobierno chino, que salió a poner paños fríos sobre la cuestión, ya que dijo el martes que no está considerando deshacerse del dólar como divisa de referencia y que la idea de una divisa supranacional se encuentra todavía en una fase teórica.

"Nadie está hablando de deshacerse del dólar. No creo que eso sea realista", dijo el viceministro chino de Asuntos Exteriores, He Yafei, en rueda de prensa previa a la primera cumbre oficial de los países del bloque "BRIC", formado por Brasil, Rusia, India y China.

"El dólar es la principal divisa de la reserva internacional, por lo que esperamos que se mantenga estable y que los activos en dólares estén a salvo", agregó He, quien reconoció que la reforma del sistema financiero internacional estará en la agenda de la reunión del BRIC. Con este respaldo, el gigante asiático sigue cimentando su lento pero seguro ataque a la cúspide de la economía y las finanzas mundiales.

Y aunque no tenga apuro, la crisis financiera internacional puede acelerar su avance.
Para empezar, por las crecientes sombras que se ciernen sobre el dólar y por la confirmación de que el euro aún no está preparado para tomarle el relevo.

Y en segundo lugar, porque las debilidades de los demás pueden aumentar la ambición china.
La primera oportunidad de demostrarlo llegará en 2010, año en el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisará las ponderaciones de la cesta de monedas que integran los denominados derechos especiales de giro (DEG).

La composición de este activo, creado por el FMI en 1969 como alternativa a las monedas individuales, se actualiza cada cinco años, y en la última ocasión los pesos se repartieron del siguiente modo: el dólar supone un 44%; el euro, un 34%; y el yen japonés y la libra esterlina, un 11% cada uno.

En la próxima revisión China podría reivindicar estar en esa lista. Por si acaso, el gobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, ya ha defendido que los DEG deberían tener más influencia en la economía mundial.

Otra demostración de las aspiraciones chinas la deslizó Zhang Guangping, funcionario de la Comisión Reguladora Bancaria, quien a mediados de mayo reconoció que el 3% de las reservas mundiales estará en yuanes en 2020. De confirmarse, sería ya la cuarta moneda más importante del mundo, tras el dólar, el euro y la libra.

"La clave del mercado de divisas se producirá cuando el yuan sea una moneda convertible", avisa de forma premonitoria Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters, en referencia a que esa decisión abrirá una nueva era cambiaria, en la que el yuan, al igual que China en la economía mundial, aspirará a ser el nuevo emperador de las divisas.Otros países, otras voces, el mismo diagnóstico

El recelo y los temores entre las potencias es notorio.
“Los chinos han manifestado, con sinceridad, su temor de que los EE.UU. terminen licuando sus deudas a través de una inflación mundial impulsada por una emisión descontrolada de dólares por parte de la FED”, explicó Domingo Cavallo, ex ministro de economía de Argentina.

El ministro ruso de Economía, Alexei Kudrin, estimó el lunes que el yuan podría convertirse en la moneda de reserva mundial una vez complete su proceso de convertibilidad en un plazo de 10 años, "pero después de ello el yuan entraría en demanda, y me parece la ruta más corta para crear un nuevo fondo mundial de reserva", añadió durante un encuentro del Foro Económico Mundial en San Petersburgo.

Desde el otro lado del Atlántico, Nouriel Roubini, profesor de la escuela de negocios Stern, de la universidad de Nueva York, también apuesta a que la moneda china desplace al dólar en el comercio global.

“Ese proceso implicará severos costos para EE.UU., pues se reducirán o desaparecerán las posibilidades de financiar los déficit financiero –o sea la deuda externa- y comercial a tasas bajas”. “No obstante, el dólar no se esfumará de la noche a la mañana como divisa de reserva e intercambio. Pero no es eterno”, señaló el “doctor catástrofe” Nouriel Roubini.

"Creo que el camino más corto implicaría que China liberalizara su economía y permitiera la convertibilidad del Yuan", agregó Kudrin. En realidad, Beijing “ya da los primeros pasos en un proceso para desafiar la supremacía del dólar. Junto con Rusia, Brasil e India, planteó al grupo de los 20 (principios de abril) crear una nueva divisa de reserva, estilo los DEG del FMI, vía canasta dólar, euro y yen.

Es la misma que emplea para fijar el valor de su moneda. Pero el G-20 no la puso en agenda”. Mientras tanto, los chinos presionan para incluir su moneda en aquella canasta y usarla como medio de intercambio bilateral. Una curiosidad: yuan (dinero, originalmente) se pronuncia yen en Japón, won en ambas Coreas y dyong en Vietnam.

A la hora de preguntarse que moneda podría reemplazar al dólar, Nouriel Roubini fue terminante: “la libra y el franco suizo ya no corren. El yen japonés es una divisa poco líquida.

Además, ninguno de esos países es potencia mundial. El euro tiene mejores posibilidades, aunque vinculadas a la debatible viabilidad geopolítica de la Unión Europea o la Eurozona. Restan, entonces, los DEG que arbitra el Fondo Monetario Internacional y el yuan, renminbi, o sea la “moneda popular”.

China, observa Roubini, “es un acreedor neto con altos superávit en cuenta corriente, déficit fiscal chico, escasa deuda, y crecimiento sólido”. “Sólo el yuan, en teoría, puede ser la nueva divisa mundial”, afirmó Kudrin, quien agregó que la posibilidad que él le asigna al yuan “sólo puede ser posible si existe la voluntad política por parte de la conducción de la República Popular China”.

“Yo no preveo que en lo inmediato surjan nuevas y grandes uniones de divisas. Pienso que el camino más corto depende si China libera su economía y aspira a asegurar la convertibilidad del yuan”.

Y agregó que, en tal caso y luego de aquellos diez años que él prevé, “esta divisa será plenamente requerida” con lo que, puntualizó, “se creará la nueva divisa mundial”. “Por el momento, el yuan está lejos de poder desalojar al dólar.

Primero, China debiera aflojar restricciones a la salida y entrada de divisas en su economía, hacer el yuan convertible para una amplia gama de operaciones, tornar más líquido su mercado de bonos y –añade el analista- profundizar reformas financieras.

Llevará tiempo, pero acabará ocurriendo. Por de pronto, Beijing ya ha establecido pases de monedas con Argentina, Bielorrusia, Indonesia, Vietnam y otros países”. “Imagínese, un mundo donde China –no ya EE.UU.- pudiese tomar y prestar en yuan.

Ello haría que esta moneda funcionara como unidad de reserva, pagos, cuentas e intercambio. En ese caso, los norteamericanos pagarían más por sus importaciones y por colocar deuda pública o privada.

Este alza de costos afectaría el gasto, la inversión, el consumo y el crecimiento en general”, acotó Roubini. Para el catedrático, el declive del dólar podría tomar más de diez años, pero, “si EE.UU. no pone rápidamente la casa en orden, ese desenlace acaecerá antes. Durante más de veinte años, el país todo –salvo 30 millones de pobres- ha vivido por encima de sus medios, inflando obligaciones externas y deudas insostenibles, gracias al dólar”.

Ahora, ese estado de cosas ya no es seguro y el gobierno debe cambiar de prioridades.

“Ello entraña invertir en una infraestructura tambaleante, recursos renovables y capital humano. No ya bienes raíces innecesarios ni innovaciones financieras que generen activos tóxicos. De lo contrario, el dólar perderá terreno ante el yuan u otras opciones y, entretanto, se esfumará la influencia de Estados Unidos en el mundo”.

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